jueves, agosto 28

Prologo · De Cero


-Un último suspiro en este inolvidable verano.- Dijo feliz Triana. -No ha podido ser mejor.
El sol se empezó a poner despidiendo un verano del que Triana recordaría siempre. No había parado de viajar por toda la ciudad con sus amigas, invitada a fiestas, y más cerca de Victor, el chico por el que llevaba pillada dos años. Vivía en Madrid desde que nació, y empezar de cero en Barcelona era un cambio enorme para ella. Por fin allí tenia su vida, sus amigos, y de un día a otro todo eso se acabó.
-Mamá ¿De verdad que no podremos volver aquí tan siquiera de visita?- Preguntó a su madre.
-Imposible. Ya tenemos comprado el piso en Barcelona, y ya hemos encontrado comprador. A parte que no quiero volver a este lugar jamás.

Las maletas ya estaban preparadas y los billetes destino "nueva vida" sacados pero la idea de dejar todo lo conseguido en aquellos 15 años era imposible de asumir. Aquella sonrisa que despedía el verano desapareció. Cayó en la cuenta de que aquella felicidad se quedaba allí, no viajaba con ella en ninguna maleta, ni en ningún asiento del tren. Y a la par que cerraba la puerta del que hasta aquel mes de septiembre había sido su hogar, se la resbalo una lágrima.

El taxi estaba esperándolas ala misma puerta de aquellos altos rascacielos. Su móvil sonó, un mensaje de su amiga Carlota: "Te prometo que en veinte minutos estoy ahí para despedirme de ti" Entre tanta tristeza esas palabras lograron sacar una pequeña sonrisa a Triana. "Al menos tendré amigas que me quieran siempre" pensó.

Llegó a la estación. Miró por todas partes en busca de la que había sido su mejor amiga desde los doce años. Pero Carlota no aparecía por ninguna parte. "Hey ¿Estas en la estación?" "¿Donde estas?" "No te veo" "Me voy ya, por favor, tía, contesta" La envió decenas de mensajes bajo un incomodo "en línea" El tren llegó al andén. Resoplo enfadada, y subió pensando en lo idiota que había sido pensando en que, a pesar de estar a cientos de kilómetros, seguiría siendo su mejor amiga. Se sentó de golpe sobre el asiento de tela gris, y volvió a sacar el móvil y se dio cuenta de que estaba sola. Y que verdaderamente y con más ganas (y más tristeza encima), empezaba de cero.